A mi hija le gusta que le lea cuentos en la cama y le haga cosquillas, ella dice que así hablamos como las mayores. El otro día mientras le tocaba el pelo me preguntó de sopetón: mamá, ¿por qué los hombres mienten en el amor?
Yo, evidentemente, me quedé a cuadros, como ella dice, y no supe qué contestar, cómo quitarle la ilusión a una niña que aún no tiene siete años. Pero la preguntita se las traía. Así que opté por decirle, - anda nena, duérmete que ya es tarde. Y la que se quedó pensando fui yo, y ahí estaba mirándome la cara en el espejo, pensando en esos hombres que mienten, y en cómo explicarle a la niña que bueno, que no todos mienten ( ja - ja - ja), que se encontrará chicos mejores y peores, y bueno, acabé pensando en mí misma, inevitable, y en otra persona cercana a la que le han dado calabazas de muy muy mala manera.
Pero yo tengo una doblez en el estómago donde guardo las mariposas, y otra en el corazón para esconder las penas. Hay que tener muchas dobleces para disimular cosas, escondites secretos, nunca se sabe cuándo volverán a ser útiles, los guardo, si pasa el tiempo y no los necesito los dejo volar, a veces los miro y algunos han desaparecido solos. Rinconcitos secretos dentro de una, que no vienen mal.
Respecto a los hombres...opinaré cuando sea oportuno, hoy por hoy, sigo creyendo. Por algo una es tan mística. Me paso las noches mirando las estrellas, cómo no creer.
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