La oveja negra, de Augusto Monterroso:
En un lejano país existió hace muchos años una oveja negra. Fue fusilada. Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque. Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras era rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.
Debo decir que aún pienso cómo se le hace a una oveja una estatua ecuestre, pero esto es un inciso mío.
Continuación de la historia:
Algunos siglos después, en aquel mismo país lejano, nació una oveja verde. Las demás no sabían qué hacer, pues solo antes las negras habían caído en desgracia. La oveja verde creció entre la indecisión de las demás y estudió Historia. En su madurez fue a ver a la manada de lobos negros, que se asustaron mucho al verla y no se la comieron. Llegaron a un acuerdo. En una noche fusilaron a todas las ovejas comunes y corrientes y la oveja verde murió de vieja.
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