Yo me estoy fumando:
te mando señales de humo.
Te digo: ámame;
pero tú sigues con tu asado hablando
de lo difícil que está el mundo
y de Hume y Schopenhauer. No sé.
Nueva señalita mirando tus labios:
Estoy frío, por favor, bésame.
Tú hablas del merengue y la salsa,
de lo oscuro del deseo, que, ya ves,
en mí está tan claro.
Nueva redondelita. Estoy solo y te necesito.
Me hablas de literatura y cibernética,
del salto cuántico y la entropía poética.
Termino como siempre, masticando la colilla
frente a un mar que me parece infinito
y, además (con alguien tengo que hablar), imbécil.
Autor: Julio Vélez. (1946-1992)
Qué razón tiene Julio Vélez en este poema...
ResponderEliminarFumémonos la vida, antes de que nos consuma con sus últimas cenizas...
Beos, Ana.
Si que es verdad Eva, más vale aprovechar y dar lo mejor ahora, que mañana quién sabe.
EliminarAna:
ResponderEliminarEs muy bueno. Describe con mucha clase la pérdida del deseo.
Quién no ha pasado de un optimismo pleno, a una decepción profunda, al cabo de unos pocos minutos.
Que no me mientan aquellos que dicen que nunca les sucedió tal cosa.
Me gustó. Y eso que nunca he sido fumador, aunque me he consumido varias veces ante imposibles.
Un saludo (sin humaredas que tapen la visión).