martes, 17 de julio de 2012

Viejo sillón de terciopelo

Él está sentado en su sillón favorito. Es de terciopelo verde oscuro, con tachuelas en las costuras que antaño fueron doradas, ahora descascarilladas. Sillón orejero, de respaldo alto, con un reposapiés a juego, gastado de apoyar los zapatos. En realidad, no hay otro sillón, el resto de la casa tiene sofás de vanguardia, minimalistas, incómodos a su parecer. Pero ella le regaló ese sillón, sólo para él. A la derecha tiene una pequeña biblioteca de madera oscura a media altura, con libros apiñados unos encima de otros, leídos y vueltos a leer, llenos de anotaciones, de notas entre páginas, de dobleces en las esquinas. A la izquierda hay una pequeña mesa redonda artesanal hecha con ramas de abedul, con una lámpara y un posavasos pegado al cristal, inamovible, donde muchas noches descansa una copa de gintonic, siempre con Hendricks. El rincón de lectura tiene un aire acogedor, lo envuelve un enorme cuadro poblado de árboles, un bosque de pinos que refleja el verde de la escena cuando el sol entra en la estancia.
Mientras lee el último libro que le regaló su nieto, su mente viaja al pasado, a los días donde todo cambió, se le mezcla en la nariz el olor de la sal en aquella playa, del tacto de su piel, la vieja ciudad renacida con su risa. Piensa en todas esas decisiones correctas e incorrectas. Y ese sillón como punto de partida de una nueva etapa. No lo cambiaría por nada, por muy viejo y estropeado que estuviera. En él habían pasado ratos de pasión, ratos de tranquilidad, momentos de llantos y risas, de susurros al oído y melodías que sus labios tarareaban. No, ese viejo sillón significada mucho para él. Manchado, roto, descolorido... vivido. Su sillón. 
La ve pasar con un vaso de agua y se miran, como siempre. Media sonrisa y sus ojos siguen brillando. No sólo le regaló el sillón, le regaló un camino, una vida, dolor y felicidad. Buscó donde nadie más quería mirar, y allí se quedó, con él.



2 comentarios:

  1. La manera más realista, sincera y plena de entenderlo !

    Mark de Zabaleta

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  2. Hay objetos que se moldean a nosotros, no sé si no más que nosotros a ellos...

    Besos, Ana.

    (Disculpa mi ausencia pero ando un pelín liada).

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