Jean Rhys y Ancho Mar de los Sargazos

La pobre Jean Rhys (Dominica 1890- Exeter 1979) fue una desgraciada toda su vida. Y no es que se quejara, en absoluto, tampoco hizo nunca de mártir. Simplemente, lo hizo lo mejor que pudo. No tuvo buena estrella. Nacida en Dominica, a los 17 años se mudó a Londres y quiso ser actriz, actuando en funciones de poca monta, viajando en condiciones pésimas y pasando frío y hambre. Mantenida por un amante en la distancia, finalmente se casó con otro hombre que se la llevó a París, donde no llevó una vida mejor de la que llevaba en Londres. De pensión decadente a otra peor, fue corista y profesora de inglés en familias ricas de Paris. Pero no duraba mucho. Tuvo dos hijos, uno de ellos murió recién nacido. Se casó tres veces y en ningún matrimonio encontró dicha. Sólo he leído su biografía: Una sonrisa, por favor y su novela más conocida: Ancho mar de los Sargazos, obra que ganó el WH Smith Literaty Award. Sus escritos destilan tristeza y desesperación, muchas veces irrealidad. Sus protagonistas femeninas rozan la locura y no consiguen ser felices, atrapadas entre dos mundos. Pesimista y vivaz a la vez, llena los libros de colores extravagantes, casi insultantes, atmósferas asfixiantes y personajes caribeños llenos de secretos. Se puede observar la diferencia entre los dos mundos, la ironía de vivir sin entender otras culturas y países. El silencio que chilla y el ruido que enmudece los sentidos. 

En Ancho Mar de los Sargazos hay un dato muy interesante que casi nadie sabe, narra la vida de Antoinette Cosway, mujer caribeña, exótica, y primera esposa de Edward Rochester. Ella será la responsable del matrimonio fallido de Jane Eyre con Rochester. Antoinette acaba siendo la "loca del ático" que incendia la mansión. 

No entiendo muy bien por qué este libro no tiene más difusión en encuentros literarios, librerías, tertulias, artículos, etc. Es una obra importante del siglo pasado. A la altura de las famosas hermanas Brönte. Está claro, que una vez leído este libro, habrá que volver a releer Jane Eyre y ver con otros ojos a Rochester.