domingo, 27 de enero de 2013

Un flash-back de aceite con ajo

  Sólo quedaba aceite de ajo en la cafetería; esperando no tener que hablar con alguien en un buen rato, eché un buen chorreón al mollete y di un mordisco. De repente vi a mi abuela en la cocina trajinando con los cacharros —¡Niños, la merienda!—. En la mesa dispuso seis platos, uno para cada hermano, con medias tostadas bañadas literalmente en aceite. Un cuenco con sal invitaba a coger un pellizquito y echarlo encima del pan. El sabor amargo del aceite abrió mi memoria a tardes nubladas y frías en el pueblo, donde después de cada merienda salíamos a jugar a un descampado; los niños preferían la pelota, una gran puerta verde de un almacén abandonado hacía de portería. Recuerdo los chándals, ajustados en el tobillo, con grandes calcetines blancos y rodilleras que de tanto uso daban un aspecto envejecido y que hoy no pondríamos a nuestros hijos. Las niñas sacábamos los carritos de las muñecas y teníamos vestidos de volantes y plumeti con rebecas de lana gruesa, todo muy usado. La abuela salía y nos daba cinco duros a cada uno y corríamos a la tiendecita de Curro, donde aparte de vender bombillas, lejía, cordones, jamón york, o servilletas, entre infinitas cosas, tenía un gran surtido de chucherías que hacían nuestras delicias. Con cinco duros comprábamos chicles, bolitas de caramelos de colores, gominolas que sabían a melocotón, palotes, y chupachups que dejaban los dientes y lenguas azules. Si quedaba algo comprábamos entre todos un paquete “Ducados” de cigarrillos de chocolate. Al volver a la casa nos sentábamos en la mesa camilla con el brasero y veíamos la tele, Barro Sésamo o Fraguel Rock, quizás fuera la hora de ver “Si lo sé no vengo” o aquel programa de Contantino Romero donde los concursantes tenían que buscar en las enciclopedias. Recuerdo a mi abuela con su vestido siempre negro y sus manos blancas, delgadas y suaves, el delantal que apenas se quitaba y su vocecilla chillona diciéndonos que no gritáramos tanto. Aquella tostada que me tomé con aceite de ajo me recordó tiempos donde los niños salían a jugar solos a las calles y las madres no tenían miedo. A veces incluso caminábamos a las vías del tren  o hacíamos una escapadita al cementerio del pueblo. 
Qué nostalgia. Nos hemos hecho grandes en un mundo demasiado pequeño. 

Ellen Surrey



5 comentarios:

  1. saborea recuerdos...con aliento inconfundible

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  2. Quizás, lo mejor que conservo desde la niñez, es un vaso de leche con azúcar. Desde aquel día así me lo tomo. Yo estaba con mis abuelos en un cortijo y aquella mujer se llamaba Victoria. Nos daba el desayuno y pensé que en ese cortijo solo le ponían a la leche azucar...pues me gustó tanto, que desde entonces me la tomo así.
    A ti te daban 5 duros y a mí 1 los domingos. Los demás días una peseta para comprar una bolsa de pipas en la tienda de Encarna. Recuerdo mi descubrimiento de los polos flash y de la casera de naranja congelada con mondadientes.
    Son hermosos los recuerdos de aquellos tiempos con parches de skay en las rodillas y sabañones en los pies, orejas y manos...Me acuerdo de "Melones" que arreglaba sombrillas y nosotros lo cabreábamos, también de "Servando con los huevos colgando" que tenía en su barbería fotos de mujeres guarras...de tanta gente que ya no está por pasar los años...
    Esta noche amiga si estas de verdad especial con tus recuerdos. Ahora me acuerdo de los payasos de la tele los sábados y que me mondaba de risa, despuás tocaba un programa de deportes con la música inédita del Tubular Bells de Mike Oldfield y, recuerdo que hasta estaba algo enamorado delas azafatas del 1,2,3 en blanco y negro.
    Ahora me vienen a la memoria muchas más cosas...En aquellos años, todo el mundo era muy especial en mi mundo y esta noche en tu honor, me tomo otro vaso de leche con azúcar...pero na tendrá el sabor de aquella leche recién ordeñada...
    Ahora los recuerdos se suceden con imágenes nítidas.
    Buenas noches amiga...

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  3. Yo recuerdo que estaba deseando venir a españa para comer una mantequilla que compraba mi tia y que tenía tres colores (sabores). Me pirraba, seguro que si la probara ahora, vería que no era para tanto.
    Cuando iba a casa de mi abuela, me compraba una onza de chocolate,(lo compraban así, por onzas), y me sentaba en el portal de su casa con mi pico de pan y esa onza de chocolate que me sabía a gloria.
    Es curioso, porque en Francia el chocolate siempre ha sido mucho mejor que el de aquí (al menos al que había entonces), pero no sé qué tenía aquel momento que me encantaba.
    Me has hecho recordar entrañables momentos. Gracias Ana.

    un besín.

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  4. Leyéndote iba recordando paralelamente mi infancia. Probaré a darle un mordisco al pan de higo, a ver que pasa. Ya te contaré. Un beso ;)

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  5. tostadas con aceite... magdalenas en el té...
    que me han encantado estos recuerdos...
    besos!!

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