domingo, 10 de febrero de 2013

Blancas

Tenía nombre de corista y lo sabía. Desde pequeña acostumbraba a posar y cantar delante del espejo. Se imaginaba en los mejores teatros de Las Vegas y Broadway. Con su pelo moreno y rizado, los labios rojos, plumas, tules o cueros, medias de rejilla que dejaran notar la carne de sus muslos torneados. Lo de la barra no le gustaba, eso no, pero lo demás... oh sí, veía los tacones de aguja de color negro y el corsé que dibujaba la forma perfecta de sus pechos. En el público hombres y mujeres la mirarían con envidia y deseo. Dientes perfectos, blancos, y los ojos brillantes por las luces de los focos. Y su camerino, lleno de flores, de cartas de admiradores secretos, caviar y champán. Todos sabían que su nombre era diferente y lleno de pasión y lujuria, sinónimo de una vida llena de secretos. De éxito. Haría el amor con hombres adinerados y se casaría con uno de ellos. Después tendría una tórrida aventura con un poeta que le susurrara al oído y lo dejaría con el corazón roto. Roto como ella. Pero eso iba a cambiar ahora mismo. El futuro ya está empezando.

—¡Siguiente, por favor! Siéntese. ¿Su nombre? —.
—María José García, pero puede llamarme Lola, o Lolita —.
—¿Ha leído el contrato y está de acuerdo en todo? —.
—Si —.
—Firme aquí y aquí. Esta tarde la recogerán, lleve poco equipaje, allí podrá comprar de todo con sus nuevas compañeras. No olvide el pasaporte. Buena suerte—.





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