domingo, 10 de marzo de 2013

Donde quiera la marea

No hay nada peor que tener metido en la cabeza en sonido de un goteo incesante, lento y desesperante. Tan desesperante como la sensación de que tu vida es así, a cámara lenta por más que quieras avanzar, como cuando sueñas que quieres correr y las piernas no se mueven, o no alcanzan a dar más de un paso corto y pastoso.
A las bravas nada se puede, se supone que tienes que quedarte quieto, muy quieto, flotando en un mar abierto, sin saber qué tienes debajo, y dejar que te arrastre la marea. ¿A dónde? Quién sabe. Cuando quieres nadar un poco en la dirección que quieres las aguas se revuelven y tiran hacia abajo queriendo ahogarte. Otra vez quieto, otra vez sacando fuerza, y así es esfuerzo se convierte en gotitas que caen de un grifo. Que no apagan la sed, que gastan inútilmente, con ese sonido tan desagradable que se mete en la cabeza.

Y esto amigos, ha sido mi despertar del domingo, que bien podría haber sido cualquier despertar de las últimas semanas. Pero quien tiene un sueño, lo ve, y yo no cierro los ojos. Quien tiene algo que conseguir, lo lucha, y yo no me rindo, aunque tenga que dar mil rodeos o esperar una vida mientras se marea la perdiz. 

Oliver Flores

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