jueves, 25 de abril de 2013

La muerte ha venido a vivir

Es curioso leer "Nada que temerde Julian Barnes, donde medita sobre la muerte —tengo que decir que comparto la mayoría de sus preguntas, dudas, miedos y me río con sus mismas ironías— y ver a la muerte rondando tan cerca estas últimas semanas. Y aquí se ha quedado en casa acechando y metiéndose en los huesos. Es más que evidente que el fin puede estar en cualquier lugar, sobre cualquier bicho viviente (obvio) y que puede acontecer de la manera más imprevista: desnucarte al caer por una escalera, tener un infarto tras hacer deporte, accidentes, enfermedades etc. Pero lo que quiero contar es la muerte natural, la visita que se te instala en el salón y te acompaña al baño, a la cama, se aloja en los pulmones agujereados y se ríe (¿de veras se ríe o está siendo condescendiente?) no sólo de la persona a la que se pretende llevar, sino de todas las demás que estamos alrededor como meros espectadores estupefactos ante la más que posible inmensidad de la cercanía.
Lo que viene a acrecentar mi más temida pesadilla desde hace años. ¿Sobrevive el "yo", la conciencia individual? Aquí por supuesto habrá teorías de todos los gustos, creyentes y no creyentes, tímidamente creyentes, místicos, ateos, agnósticos... cada uno puede pensar como quiera pero creo que al final todos compartimos la misma duda. ¿Dónde diablos va a parar mi conciencia si es que va a algún lado? ¿Y qué hay de la teoría del TODO? ¿Nunca habéis tenido esa sensación que dura un nanosegundo donde de repente te sientes como una parte del cosmos en la que tú no sólo eres tú sino parte de un Todo? Vale, no tengo ni idea de explicar esto, es más difícil de lo que parece, simplemente es como si nuestro yo se apelotonara con los otros millones de yos y curiosamente así debe ser. Vaaaale, es una chifladura (¿o no?). Otras veces me despierto con la idea clara de la muerte en sí, la extinción de uno mismo. —En algún momento dejará de haber vida en mi— pienso. Y solo siento vacío, y miedo, y angustia, y soy consciente más que nunca de la sangre que corre por mis venas. 
—¡Ay Ana, mira dónde he llegado!— me ha dicho hoy. Y yo pienso, pues ha llegado bastante lejos, y ha tenido una buena vida en general, y tiene lucidez ante su propia muerte. Eso es bueno ¿no? Más allá del cansancio físico y emocional está el pensamiento de lo que somos y hemos vivido. ¿Tienen importancia los remordimientos en ese momento? No lo creo. Tienen más importancia cuando se pueden solucionar o simplemente hablar de ellos. ¿Calmar la necesidad de sentirnos queridos? ¿Hemos sido útiles? ¿Hemos amado? ¿Nos han amado? ¿Qué dejo en el mundo? ¿A quién le importará dentro de 100 años? A lo mejor ni siquiera nos planteamos ninguna de estas preguntas porque no tienen ningún tipo de importancia en ese momento. A lo mejor solo queremos dejar de existir, simplemente así. Descansar. Lo cual no deja de ser extraño.

Kristin Vestgard

"La gran tragedia de la vida no es que los hombres perezcan, sino que dejen de amar." Maugham.



3 comentarios:

  1. Un excelente artículo !

    Mark de Zabaleta

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  2. Uuff! No tienes ni idea de todo lo que se me ha removido por dentro... En emocionante cuando leer emociona. GRACIAS!

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    Respuestas
    1. Lola, cuando me dicen cosas asi... yo si que me emociono. Gracias

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