Susurro ínfimo
que apenas sale de mi boca,
quizá alguna lágrima perdida
que corre a esconderse en una arruga,
y un anhelo absurdo que tengo
que me estorba el corazón.
Hay una quietud inusual
en medio de este agua turbia,
que precede a remolinos y olas.
Tirarán piedras que tocarán fondo,
mientras,
aprenderé a nadar en aguas bravas.
A eso venimos.
Sal que no podemos esconder,
tiempo que no podemos parar,
sentimientos imposibles
que no hacen otra cosa que llamar
y llamar
y agazaparse bajo esa sal.
Ven a mar abierta
no se sabe, no sé
qué podrá pasar.
A eso venimos.
A llenar de sal
a beber la sal, a llorarla
y hundir nuestras manos en ella.
¿Acaso no es lo que somos?
Cántaros de sal. Para beber, para derramar.
Ana:
ResponderEliminarPoesía hermética, donde entiendo que somos sal, al igual que la vida.
Todo lo es, ya que sus componentes (cloro y sodio) se hallan por doquier, no solo en mares o salinas, también en nosotros: en especial en nuestras saladas lágrimas, en nuestra sangre y tejidos. Y por su característica higroscópica, podría aplicar a secar las almas.
Espero haber interpretado la metáfora.
El poema es bello, detecto en él, tres actitudes: tristeza, reincidencia y resignación.
Y lo más importante: me gustó e hizo analizarlo.
Un abrazo (bajo en sodio, por cuestiones de salud).
Bellos versos, que saben "sacar" ese gusto a sal, ese sabor...
ResponderEliminarSaludos
Mark de Zabaleta
Un bello poema salitre, amo el mar y como muchos, creo que venimos desde sus profundidades y ahora tal vez en algunos confines son desiertos de arena.
ResponderEliminarFelicitaciones por tu blog, Sofía...te llamás igual que una Gran diosa a la que adoré.
Cariños.