viernes, 29 de marzo de 2013

Coincidencias de Flaubert. Julian Barnes

"A mi no me gustan las coincidencias. Las encuentro un tanto espeluznantes: durante un momento te das cuenta de lo que significaría vivir en un mundo ordenado y gobernado por Dios, un mundo en el que Él estuviera todo el día mirando por encima del hombro y dejando caer, como quien no quiere la cosa, como si pretendiera echarte una mano, transparentes indirectas acerca de la existencia de un plan cósmico. Prefiero pensar que las cosas son caóticas, que andan a su aire, que están permanente y temporalmente chifladas; prefiero sentir la certidumbre de la ignorancia, la brutalidad y la locura humanas...pase lo que pase seguiremos siendo unos estúpidos". 

No puedo dejar de anotar y señalar pasajes o frases, incluso palabras (cósmico es una por la que siento debilidad), en este libro de Julian Barnes (El loro de Flaubert - 1984). Y cuando habla aquí de las coincidencias me deja con el sabor agridulce que siempre han tenido para mi, y la certeza de que no soy la única que piensa que la locura, la chifladura y la necedad del hombre es lo que acaba convirtiendo la vida en un estercolero de ideas y hechos que dotan la existencia de una algarabía de sinsabores o gozos. Y que incluso esas "no coincidencias" a los habituales en sus vidas grises, ordenadas y camufladas les alcanza como una bofetada en frío, sin esperarla. Lo que me lleva al siguiente punto:

"Una de las formas de legitimar las coincidencias es, naturalmente, decir que son ironías. Eso es lo que hacen los más listos. La ironía es, al fin y al cabo, el estilo moderno, el compañero de copeo del ingenio y la resonancia verbal. ¿Quién se atreve a decir que está en contra de la ironía? Y sin embargo, a veces me pregunto si la ironía más ingeniosa y resonante no será en el fondo una simple utilización, culta y repeinada, de la coincidencia".

¿Entonces en qué quedamos? ¿Las coincidencias son ironías de la vida? ¿Realmente tienen un porqué irónico? Cuántas veces nos ha ocurrido que algo que tachamos de coincidencia y no queremos darle ese  sustantivo lo tachamos de "raro", "extraño". Cosas que ocurren, cosas que soñamos en repetidas ocasiones, el subconsciente... La realidad puede ser que la vida sepa mucho más de lo que nosotros creemos, puede ser que las coincidencias-ironías no sean más que los hilos que las personas movemos de un lado a otro y que se esparcen como hojarasca que arrastra el viento. Y van apareciendo una por una para llenarnos de sorpresas amargas a veces, dulces otras. Y volvemos a lo mismo, el caos de la caja de Pandora, el equilibrio del humor, la libertad que aparece aquí y allá, recordándonos que el lenguaje es trágicamente insuficiente.







2 comentarios:

  1. Ana:
    Hace muchos años, tuve la oportunidad de asistir como “colado” a un congreso médico sobre fertilidad y reproducción.
    Pude apreciar lo azaroso de la reproducción de los cromosomas que, a modo de tetrix van formándose, capa tras capa, hasta completarse. Basta que una capa se permute de lugar para dar características propias al individuo. A partir del azar nos creamos como seres singulares.
    Esta certeza de lo aleatorio aplica necesariamente a toda nuestra existencia. Y dentro del azar cabe la repetición. Ergo, la casualidad es una probabilidad, que suele darse con cierta frecuencia. Y cobra sentido la palabra suerte, también. En todo este proceso no veo ironía alguna.
    Un gran abrazo.

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    Respuestas
    1. Gracias Arturo. Suerte, probabilidad y aleatoriedad cobran sentido dentro de las casualidades. Quizá se refiera el autor a la ironía como sinónimo de jugarreta de la vida. Un beso.

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