sábado, 6 de septiembre de 2014

El gato

Ahí estaba yo, en lo más alto de la popularidad social, con mi piso chic, amigos por doquier, un trabajo y sueldo envidiables, cenando en restaurantes de moda y con un gato persa. Blanco. Ojos azules. Una preciosidad. Los domingos lo montaba en la cesta de mi bici y recorríamos las callejuelas del centro. Los domingos no estoy para nadie. Solo para mi gato. Me tomo un café capuchino y cuando llego a casa abro la caja de los recortes. Observo todas las fotos, las mías, las que salieron en los periódicos, las que saqué de la web. No está mal tener una caja de recortes. Al menos yo la llamo así. La guardo en el cajón del aparador. A la derecha de los platos de loza de mi madre. Cartuja sevillana. Cuando vienen invitados les encanta el toque ecléctico, la mezcla de lo tradicional con lo moderno. Mis sillas Eame combinadas con sopa con albóndigas. Todos dicen que tiene un sabor especial. La cocino yo, el resto lo hace María, mi empleada de hogar, la que me  hace la cama, limpia el baño, recoge el desayuno y la cena, y cocina grandes menús que copiamos de las mejores revistas gastronómicas. Pero la sopa la hago yo cuando empieza el otoño. En la caja de recortes también hay unas tijeras y un pintauñas rojo. El gato me mira con desdén y se va a su casita de diseño. Le puse juguetes de gato para que hiciera cosas de gato. Los gatos no suelen hablar, pero hay escritores que escriben novelas donde los gatos hablan. Y hablan mucho. Algunos hasta dominan el mundo. Yo creo que el mío quiere decir cosas. Si pudiera me insultaría, lo veo en sus ojos de hielo, pero le saco su comida gourmet y se le pasa, se frota en mis piernas. El pescado fresco le encanta, sardinas dos veces en semana. Me gusta cuidarlo. Lleva un año conmigo, como todos los demás, siempre son blancos con ojos azules. Nadie nota el cambio. Un año y cambio. Una rayita roja en el marco de la puerta del salón que nadie suele ver. Cinco hoy. La quinta. Mañana empiezan las reuniones con los nuevos clientes, viejos socios, colaboradores aburridos, y ya tengo que empezar a pensar en la cena de la semana que viene. La gran cena, La de todos los años. 




4 comentarios:

  1. miauuuu adóptame! me encantan las albóndigas :)
    Simpática entrada, Ana y agradable de leer.
    Un beso.

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  2. Al final siempre estará el gato...

    Saludos

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  3. Siempre hay gato cocinado, perdón encerrado.

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  4. Y la curiosidad mató al gato...pobrecito minino, pero resucitó de satisfacción...¡¡biennn!! y colorín colorado este cuento se ha acabado.

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