jueves, 4 de septiembre de 2014

Había una vez

Había una vez un cuento. 

No, no. Había una vez una obra de teatro. Con sus actos, sus personajes que van y vienen, que nacen y mueren. Que ríen y lloran y que hacen cosas a escondidas. Pero oh, el gran público lo ve.

Gestos socarrones y grandes aspavientos también había. Había una vez a la mitad y no quiso ya seguir.         Pero el telón seguía abierto, si acaso lo intentaba cerrar a ratos, pero nada, ¡es que tenía que haber! Imposible cerrar.
                           
Había luces y destellos por todas partes, también sonidos, y olores, oh sí, sobre todo olores, es lo que más gusta, lo que más se recuerda. Los olores que nos llevamos hasta el final. En este había una mezcla confusa entre flores, mar, azúcar, resina y tinta.

Y vientos por todas partes. Había vientos. Del sur, del este y del norte. La bruja del oeste aún no ha venido. 

            Había una vez un latido que no paraba.

Había silencios prolongados, agujas clavadas, había letras y había siempre pasos, siempre pasos que dar, siempre hacia delante, dos atrás, diez arriba, dos de lado.
Al final todo era un lío, un caos y una caricia. ¡Ay que había también un sol con nubarrones!

Y lenguas deslenguadas y cotorras que comentan tonterías, puñales pequeñitos, pero en esta historia también había un ojo espía, una mirada clara, una mente rellena de asentimientos, de entendimientos y malentendimientos, visiones traperas y también había un puntito canalla disfrazado de dulzura.

Ah, la dulzura que se mezcla con lo soez es la mejor, la que te deja observar con claridad. Dulzura general, lucha por quien te da la gana, ser bandida a ratos, desterrar maldiciones. Hay que ser zorra.

Había una vez entrelíneas para quien viene camuflado, que se sabe todo.
Había una vez unas manos que simplemente siguen a un corazón. Ese, el del latido constante, no varios, uno, un latido.

Un corazón, un dedo hacia arriba, un donut, una risa, y unas gafas de pasta. Las mías.
Un mapa. Cuidado con el escalón, había una vez cientos de ellos. Y yo solo sueño con unas rodillas.


Ilustración de La Chica Imperdible



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