domingo, 19 de agosto de 2012

Demasiado. Microrrelato

Cuando Alicia encontró a Esteban era demasiado tarde. 
Demasiado viejos, demasiado vivido, demasiado que olvidar, demasiado que cambiar, demasiado que hacer. Tarde para probar, para empezar, para mudarse, para cambiar de trabajo. Tarde para todo. No les quedó otra que mirarse fijamente a los ojos un segundo y luego mirar hacia otro lado. Donde no hubiera cambios, ni la pereza de lo nuevo, ni del miedo a lo imposible. Se acordaron de viejas canciones de juventud tarareadas con otras personas ya viejas y lejanas como ellos, de cosas que hicieron y arriesgaron, de la primera vez de un beso, la primera vez de una pasión, de la última, no hace demasiado tiempo. Y cada uno por su lado, volvieron a mirar al suelo moviendo la cabeza con un casi imperceptible no, no es posible
Cada uno por su lado miraron cada día su buzón, encendieron todos los aparatos modernos que les conectaban con el mundo, y con el que sería posible un guiño de alguno de ellos, cada uno leía sus libros, veía su tele, iba al cine de su barrio, llevaban a los niños a sus respectivos colegios, montaban en sus bicis por caminos diferentes, y cada uno por su lado, se concedía mirar las estrellas desde la ventana, pensando en el lado del otro. Poco tiempo, lo justo para volver a negar con el alma. 
Cada uno tomaba el café de la mañana, llamaba a su madre, bromeaba con sus hermanos, asistía a reuniones de trabajo, y cada uno pasaba inconscientemente el dedo por el móvil, buscando una luz verde. Era demasiado tarde, eran demasiado viejos, estaban demasiado cansados, eran demasiado cobardes. Demasiados problemas, demasiada crisis, todo era demasiado, todo era harto difícil. Demasiadas complicaciones.
Un día, cada uno por su lado, quisieron desahogarse con su mejor amigo, sacando demasiada tristeza y pereza del corazón, exponiendo los demasiados inconvenientes, y las escasas probabilidades de éxito. Y cada uno a su manera, recibió la misma, exactamente la misma respuesta:
Tú lo que eres es demasiado idiota. 





10 comentarios:

  1. Ana:
    De tu remate se desprende que cada uno forja su propio destino.
    Los timoratos y los pusilánimes están condenados a una vida triste e insufrible.
    Los dos personajes de tu relato dan pena, en serio...
    Y lo peor es que abundan por allí y por allá.
    ¿Cómo les puede ser tan difícil declarar su amor?
    Es lo más sencillo del mundo; claro, siempre que sea verdadero.
    Un gran abrazo.

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  2. Hay momentos en la vida que pasan sin haber adoptado la buena decisión...y después ya no puede ser!

    Saludos
    Mark de Zabaleta

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  3. Cómo lo complicamos todo con lo fácil que es, verdad?

    Besos, Ana.

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  4. Y esos mejores amigos tenían toda la razón: la vida es demasiado corta para estar dándole vueltas a según qué cuestiones.
    (He aprovechado para visitar también ese otro "bloc" que propone tu perfil, y me ha parecido realmente entrañable: me ha quitado ciertos temores...)
    Un abrazo.

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    1. Gracias Juan, ¿cuáles son esos temores? Ya me pica la curiosidad. Saludos

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  5. A ver, yo es que voy siempre a contracorriente y tu relato me ha dado mucho que pensar. La primera línea ya es una sentencia y el párrafo siguiente es una exposición de hechos. Todo ello es bajo el punto de vista de un observador. Tan sólo lo que los protagonistas sienten se lo cuentan a su mejor amigo, y lo que les dice al final lleva a dos preguntas: demasiado idiota ¿para que? o demasiado idiota, ¿porqué?.
    Su amigo está acostumbrado a arar con tractor y ellos siempre lo han hecho con bueyes.
    Ana, me guta tu estilo. ¿harás una continuación? :)

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    1. Gumer, el relato es de libre interpretación, en todo caso, no pretendo dar lecciones de nada, solo poner de manifiesto el miedo que tienen las personas al cambio. Habrá continuación, claro que si! bs

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  6. Precioso. Un poco triste el final pero precioso.

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    1. Querido Anónimo, gracias. Como la vida misma, luces y sombras.

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  7. Muy bonito tu microrrelato, Ana, y muy triste la realidad que describe. Más triste aún porque es demasiado corriente. He conocido personas así, prisioneras de su miedo a los cambios, miedo a vivir, que han optado por tomar la pastilla para no soñar, a costa de su propia felicidad y la de algún otro.
    Ún abrazo,
    Iva_63

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