martes, 4 de diciembre de 2012

Verbena. Microrrelato

La verbena de repente perdió la luz. Estalló el silencio. Las grandes atracciones dejaron de chirriar y las burbujas se desinflaron. Los tenderetes de sabores quedaron vacíos y las risas enmudecieron. Los boletos de las tómbolas se esparcieron por el aire. ¿Qué aire? Ya no había aire. Ocurrió un segundo antes, todos los papeles de colores volaron antes de caer mudos al suelo. Las palmadas de los niños cesaron dejando un eco  hueco. Los besos se congelaron antes de rozar los labios. Los rostros sonrientes de la noria quedaron petrificados y perdieron la calidez. Ya no había vaivén en los columpios. Las gaseosas dejaron un río de agua en el asfalto. Un río en el que nunca se bañaría. Un destello de azúcar pasó lentamente rozando su antena. Y crujió. Y volvió la vida a cámara rápida para agarrarlo al vuelo y volver al escondite. —¡Una baja! ¡Una baja!— ¡Salgamos todas de aquí! ¡Corred!

The Gingham Owl

1 comentario:

  1. OLOR A SANGRE

    Volaron los fuegos artificiales y encendieron los tejados llenos de nidos. La gente se maravillaba y decía OOOHHHHHHH. Desde una azotea, obsevaba como volaban los pájaros asustados en medio de la más negra oscuridad; buscando cobijo en las sombras y algunos, chocando contra el tendido eléctrico.
    Se me hizo un nudo en la garganta por sentir esa angustia de huir a ninguna parte. De una paloma, salieron cientos de plumas llenas de dolor y yo, allí en medio de aquel ruido asesino, guardé en mi bolsillo un trozo de ala con olor a sangre.
    Ahora, después de los años, el olor a pólvora me recuerda a la sangre derramada de todos los indefensos...

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