sábado, 10 de diciembre de 2011

Muelle de Alicante




En la soledad de un día angustioso decidió ir a una bonita plaza de la ciudad a calentarse al sol y leer un libro. Buscó un banco agradable y solitario, lejos de los ruidos de los niños, entre las sombras y luces de las enormes ramas de un árbol. Entre línea y línea vagaba por paisajes japoneses y recreaba escenas y diálogos de unos personajes bien hechos, personajes que sufrían. Un señor mayor se sentó a su lado y la miró, le sacó conversación. - Hace un bonito día ¿verdad?- Ella no sabía si contestar cortésmente y largarse o callarse, pero vio que el hombre tenía la cara agradable, sólo buscaba algo de compañía, así que cerró el libro y decidió contestarle. Tras un minuto de charla el hombre le dijo que era muy guapa y que si quería acompañarlo a su habitación, que vivía en un edificio de apartamentos a la vuelta de la esquina. Ella no supo que decir ¿le daba las gracias? ¿le mandaba a la mierda? Le dijo que no, él le dijo que le pagaría. - ¡Lo que faltaba! Ahora se cree que soy una fulana - pensó. Así que se levantó muy digna y se fue buscando otro banco. Le dio pena el hombre, pero era el peor día que había podido escoger para tal escenita. Con paso ligero se fue camino del muelle y mirando el mar se puso a derrarmar sus lágrimas escondida de ojos ajenos tras las gafas de sol.

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