Salía del trabajo con el tiempo justo de ir a un sitio cercano a comer, no más de una hora, y volver a los papeles y las teclas, ese día le apetecía una ensalada de cous cous templado, cuando entró en el bar pidió un refresco y se sentó en un banco de la barra, de repente se quedó en un estado de quietud absoluta y se dejó llevar por el hilo musical que sonaba, algo diferente, étnico lo clasificaría, nunca había oído cosa parecida y le pareció tan maravilloso que tuvo que preguntarle al camarero el autor de tal melodía que la hacía volar, - se llama Gurrumul Yunupingu, es un aborigen australiano ciego, toma, te lo escribo porque no te acordarás - Gracias es lo único que alcanzó a decir, mientras seguía con el corazón en vilo, ahora imaginando una tierra roja e inmensa.
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