sábado, 19 de noviembre de 2011

Esas noches de algunos sábados...


...cuando estás más solo que la una, y no suena el teléfono y no hay mails ni mensajes para una juerga. Tú, muy digno, te propones pasar una fantástica noche de sofá y mantita, bueno mantita con este calor no, de sofá y té, buscando algo medio decente en la televisión. Tú quieres pasarlo bien en la soledad del sábado, piensas -¡qué suerte tengo!- estoy solo, nadie me molesta, puedo hacer lo que me de la real gana, pero esas noches, algunos sábados...sigues estando más solo que la una, y no suena el teléfono. Y la programación no te atrae nada, y te empiezas a agobiar, miras la agenda del móvil por si hay alguien a quien poder llamar...nada. No hay opciones. La otra opción es poner música y leer, mala idea. La música se vuelve melancólica esos días...leer sí, pero es pronto. ¿Qué hacer de diez a doce? Esas horas cuando aún es pronto para mirar la luna, cuando aún no hay silencio en la calle. Escribir cartas de puño y letra nadie lo hace, además ¿a quién diablos se la mandaría?. Pero antes era una fantástica opción a este tipo de noches. A partir de las doce o la una será otra cosa, sales al balcón que te de la brisa y miras al cielo pidiendo un deseo, o dos, o tres, o mil. A ver si alguno se cumple. Y siempre, siempre, aúlla un gato, o ladra un perro. Y la bombilla de la farola parpadea. Siempre.
Estas noches de algunos sábados...

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