jueves, 1 de diciembre de 2011

Caídas tontas



Con 7 años un compañero de clase me empujó escaleras abajo y rodé todos los escalones del frío mármol desde el primero hasta el último. Al profesor no le dio tiempo a pararme pero recuerdo su cara de susto. Esguince de tobillo. Con 10 años tropecé con un banquito en la comunión de mis hermanos y di dos vueltas de campana. Risas generales. Llevaba falda. Y ejecutivos, qué horror. Con 10 años también, de noche y en Melilla caí al mar intentando pescar cangrejos. Resbalé con el verdín. Mi prima me ayudó. Volví a caer. Risas generales de una pandilla, resfriado y bronca. Yo temía que hubiera tiburones. Las veces que me he caído por la calle son incontables. Una vez me caí estando quieta de pie con 20 años en casa de una amiga. Charlaba con su madre y pum, al suelo. Me he caído y me han tirado de sillas. Muy bochornoso. Un fin de año no hace demasiado volví a caer por unas escaleras. Solo moratones. En la boda de mi hermano me caí con los tacones, llovía, y caminaba sobre adoquines. Aunque iba apoyándome en la pared. Esguince grado dos. Dos veces me he caído de la cama (adulta).

También me he caído de manera figurada, de esas que subes alto y alto de la mano de alguien y te suelta de repente. Estrellada. No sé volar. Me levanto con los huesos rotos y preparo unas buenas hierbas, y pa`lante.

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