lunes, 5 de diciembre de 2011

La primera cena



Parece que se quedó sin presupuesto cuando compró el foie y el solomillo, o se le olvidó el vino, aunque no creo, con lo detallista que es. Y quiere acertar, carne y pescado, por si falla alguno. Pero servir agua...
Se le ve apurado, nervioso. Los entrantes son clásicos, típico de hombres, pero de calidad, se lo ha trabajado. Y no hay nada verde, ni una triste verdurita, bueno, a no ser que él se imagine que el perejil es una verdura. Pero desde luego donde deja clara sus intenciones es en el postre, fresas con nata, y se ha querido hacer el interesante al caramelizarlas, hasta tiene una tirita en el dedo. Seguro que se ha quemado. Sus ojos no paran de mirar de un lado a otro. ¡Está buscando el vino! Se le ha olvidad, claro, menos mal, es un alivio. Habrá que suavizar el ambiente y poner música. Voy a comerme un trozo de queso para que se tranquilice. Y pediré agua. Está despeinado y el delantal está manchado. Ya se lo quita, viene hacia mí. Se sienta a mi lado, por fin. Y no sabe qué hacer con las manos. Ya sonríe, y enciende un par de velitas. 
- Creí que tú traerías el vino - me dice riéndose. 

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