La pequeña Farida tiene cinco años. Su madre está tendida a su lado en un inmenso pasto mientras la niña, cogida de su mano, le habla. - Mamá, yo voy a escribir en un papel, ya sé las letras, voy a pedir que vengan por nosotras y así nos iremos de aquí, verás mamá, el papel lo voy a poner dentro de una botella, como en aquella película que vimos cuando yo era pequeña, y lo tiraré al mar. Y mamá, la botella tiene que ser verde, si no, no sirve, y le pondré un tapón de corcho para que flote. Seguro que los delfines me ayudan y empujan la botella para que llegue antes al otro lado del mar. ¿Sabes qué mamá? Cuando la botella llegue a una playa estoy segura que la recogerá una niña como yo ¿verdad mamá? Porque a las niñas nos gusta bañarnos y si yo viera una botella le cogería enseguida y miraría dentro, sí, seguro que la recoge una niña y se la dará al presidente de su país. Y mandarán un helicóptero, se lo diré a mi amiga Mae, también quiero que venga, con su gato. Mamá, ¿por qué no me hablas? ¿No te parece bien lo que voy a hacer? Mira mamá, ¿ves cómo brilla el sol hoy? Seguro que vienen por nosotras, tú no te preocupes, ya no tienes que llorar más mamá. El sol brilla mucho, tengo sueño, déjame que te abrace mamá. Estás tan fría, ¿no te calienta el sol? yo lo haré. Oigo ruido, seguro que ya vienen mamá...ya vienen...dormiré contigo.
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