Una arruga de almohada en el rostro,
el peso de una mano caliente y dormida
sobre la tuya,
párpados que luchan por abrirse a un nuevo día.
Pupilas soñolientas
que reviven al encontrarte.
Una costura entre dos segundos.
Tiempo
quieto
que se arremolina
en tus latidos dormidos.
Destellos de luz
que hacen cosquillas en tu espalda
anunciando una mañana.
Dos segundos,
quietos,
y despertaré
Yo que tú seguía dormida y saboreando el instante.
ResponderEliminarBesos, Ana.