Una espina que tiene cabida
donde los huecos de tu alma se guardan,
a contraluces de risas y penas.
Espina, que arde entre tu carne,
clavada en lo profundo
de tus desdichas y pesares,
que arranca brotes de amargura,
que se mueve en mares de gemidos.
Traerá sangre que brotará
de las profundidades del infortunio
sangre que tiñe el caminar de tu vida,
que marca tus pasos,
que llena tu ira,
y empapa la agonía de saber
que hay lucha en soledad,
que tu sangre solo es tuya,
que no hay de nadie más.
Y habrá que romper y superar
la ignorancia de los pensadores,
de los sabios, de los poderosos.
Habrá que devolver vida a la vida.
Corramos el telón de lo sabido,
demos vuelta a lo aprendido,
qué poco sirve la plática que marea,
que es humo que aplaca los sentidos,
que no sirve, no sirve
que no da
vida a la vida,
vida a la vida.
Magistral.
ResponderEliminarMark de Zabaleta
Muchas gracias Mark, me inspiró ese pobre jubilado griego que perdió toda esperanza. Y como él, tantos.
ResponderEliminar¡Pobre hombre! Tu comentario me trajo a la memoria a aquellos jubilados que se suicidaban en las plazas, en épocas del neoliberalismo argentino, que les congeló los valores de las pensiones por años.
ResponderEliminarTriste y sobrecogedor.
ResponderEliminarHasta dónde llegaremos?
Besos, Ana.