El atardecer más triste que recuerdo fue en un portal, refugiándonos de la lluvia de un domingo de diciembre hace quince años. Recuerdo el frío y mi dolor. Yo llevaba un jersey grande, con muchos colores. El cielo con nubarrones donde se colaba alguna veta anaranjada. Tus ojos clavados en los míos, tus manos aferradas a las mías y tus labios decían no. Ese atardecer fue el más triste, fue tu adiós, tu despedida. La humedad en mi pecho, las lágrimas que querían salir. La garganta seca. Y el sol se esfumó llevándote con él. Y esa lluvia de ese atardecer triste se quedó conmigo.
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